La primera revisión de fotos de
nuestra visita a las Islas Lofoten está completada y ya podemos
hacer un pequeño resumen de nuestro viaje.
En esta ocasión Rosana
y yo hemos decidido hacer un texto común, para que no os aburráis
leyendo en los dos blogs, aunque cada uno colgará sus fotos, con lo
que podréis criticar el doble.
Este viaje ha sido largo, casi
quince días de disfrutar y compartir pasión. Lo peor el largo viaje
para llegar al norte, unos 3.200 Km. desde Palma de Mallorca, hubo
que hacer noche entre vuelos tanto a la ida como a la vuelta, aunque
se hizo muy llevadero.
El contacto con nuestro destino
empieza en Bodø, donde llegó nuestro último vuelo y donde
alquilamos el coche para nuestra ruta. Bodø no es una localidad
espectacular, pero tiene casi todo lo que pueda necesitar un viajero,
¡incluido alojamiento asequible y con sopa de cortesía por la
tarde, ideal tras una fría jornada de fotografía!. Bodø tiene
también la mayor población de Pigargo Europeo (Haliaeetus
albicilla) del mundo, con lo que todos los fanáticos de la
fotografía de aves tienen una buena excusa para ir.
Para llegar a las Islas Lofoten
partimos en el ferry que une Bodø con Moskenes, una de las entradas
habituales a las Islas. De esta forma llegamos a la más meridional
de las islas principales, Moskenesøya, donde nos alojamos cerca de
la localidad de Reine, en la isla de Hamnøya.
El entorno nos
pareció magnífico, y las encantadoras rorbuer (cabañas de
pescadores) que salpicaban el litoral le daban un toque colorido y
humano a un entorno sobrecogedor que lo hacía todavía más
espectacular.
El tiempo irregular en forma de
inagotable lluvia y el encontrarnos continuamente grupos de
fotógrafos nos hizo preguntarnos si habríamos acertado al escoger
el destino de nuestro viaje. Normalmente nos gusta encontrarnos en
comunión con la naturaleza, en la medida de lo posible alejados de
las multitudes, lo que parecía no iba a ser posible. Nada más lejos
de la realidad, un par de treguas en la lluvia y poder alejarnos de
las rutas habituales fueron suficientes para encontrarnos con la
maravillosa naturaleza de estas islas.
Tras nuestra estancia de tres días
en la isla de Moskenesøya, en la que disfrutamos calentando motores
y desentumeciendo los instintos fotográficos, nos dirigimos a
Ballstad, en la isla de Vestvågøya, donde nos alojamos cuatro días
en una acogedora rorbuer que nos sirvió como una magnífica base de
operaciones y donde nos trataron muy bien, especialmente nuestro
anfitrión Yngvar, que nos homenajeó descorchando un Rioja, todo un
detalle en Noruega.
Durante estos días, y
prácticamente hasta el final, la lluvia dejó paso a un temporal de
nieve. La única variación era el cambio de tipo de nieve, no
llegamos a ver las decenas de formas que son capaces de diferenciar
los esquimales, pero hubo para todos los gustos. Aquí pusimos a
prueba el coche y lo acertado de escoger un 4x4, de otra forma no
habríamos podido llegar a muchas de las localizaciones que
visitamos, y mucho menos salir de allí. Abrir huella por caminos
intransitables y llegar los primeros al alba a una playa nevada no
tiene precio.
Aunque lo intentamos, todavía no
habíamos “cazado” nuestra primera aurora, el tiempo seguía sin
acompañar y, aunque estiramos la espera en algunas localizaciones
sólo sirvió para algún ejercicio de fotografía nocturna y para
hacer evidente la necesidad de comprar un buen gorro para resistir el
frío y el viento nocturno.
A cambio, el
tiempo dió un breve respiro, el suficiente para poder contemplar
fugazmente el eclipse de Sol, que en estas latitudes fue casi total.
Todo un regalo.
Desde Ballstad nos dirigimos a
Svolvær, última parada en las Lofoten. La llegada fue un poco
traumática, después de días de pueblecitos acogedores y parajes
semidesiertos, llegamos a una pequeña ciudad muy activa, parada del
ferry Hurtigruten, y fue como despertar de un sueño. Después de la
aclimatación, Svolvær fue otra buena experiencia con la que nos
volvemos en la mochila.
Además, durante nuestra estancia
pudimos ver uno de los espectáculos naturales más magníficos que
existen, la Aurora Boreal, y que ahora estamos deseando poder ver
otra vez.
Desde Svolvær nos dirigimos de
nuevo a Bodø, esta vez saliendo por el norte a través de las islas
Austvågøya y Hinnøya y, tras coger el ferry de Lødingen a Bognes,
por la E6 hasta Fauske y desde ahí a Bodø. Este trayecto, sugerido
por Rune, uno de los amables Policías de la Svolvær
politistasjon, nos permitió variar nuestro regreso y de paso
hacer una breve visita al parque nacional de Rago.
Ya sólo
quedaba despedirse de nuestra estancia en Noruega, y como no podía
ser de otra forma lo hicimos apretando el disparador hasta el último
momento.
El periplo se
salda con un total de 2292 Km. Recorridos en coche, seis
vuelos, 4 ferrys y un sinfín de buenas sensaciones y experiencias
vividas. Sin duda un viaje para repetir.
Si queréis ver más fotos ya
sabéis, visitad el blog de Rosana.